Herramientas del trabajo social
PROPUESTA DE OBJETO DE ESTUDIO E IDENTIDAD PROFESIONAL Y UNA VISIÓN SOBRE
DISCIPLINA:
PENSAR, REPENSAR Y SEGUIR PENSANDO AL TRABAJO SOCIAL.
Por Ronald Zurita Castillo
Tesis de Trabajo Social 2012.
Universidad de Concepción, Chile.
“(…) las ideas tienden a lo abstracto, a desvitalizar su contenido,
mientras que a
su vez la vida rechaza angustiada ese lazo que quiere echarle la
conceptualización
para fijarla y categorizarla.”
J. Cortázar.
El Trabajo Social se construye y
se deconstruye en el plano de lo cotidiano, en el ejercicio de sus prácticas;
pero es a través del ejercicio del criterio y de la reflexión que lo presente
pero incorpóreo de la realidad, se corporiza y se materializa en ideas. El
ejercicio del criterio y de la reflexión son los elementos claves para el
crecimiento teórico de una disciplina.
El Trabajo Social puede ser
considerado como una profesión relativamente joven; a nivel mundial se
constituye como tal, entre fines de mil ochocientos e inicios de mil
novecientos. Particularmente en Chile se considera que esta nace en 1925 con la
fundación de la primera escuela de Trabajo Social (Castañeda, 2011: 1). Esta a
su vez, es la primera escuela de toda América Latina, y por ello se considera a
ese año, como el que da inicio a la profesión en el continente americano
(Kisnerman, 2005: 73). Históricamente los temas más discutidos y menos
resueltos del Trabajo Social son: La discusión sobre su objeto y su sujeto de
intervención, las funciones y los roles
profesionales, la identidad
profesional, y su eventual estatus
científico (Gartner, 1999: 1). La discusión sobre el sujeto y sobre los roles
profesionales, son discusiones ya casi del todo zanjadas por consenso, no
así el debate sobre el objeto del Trabajo
Social, su identidad y su estatus científico; será precisamente en torno a
estos tres tópicos, sobre los cuales circulará el presente artículo, intentando
trascender a las conceptualizaciones más elementales del Trabajo Social y
elaborando definiciones no del todo taxativas para estos, despejando así en
parte la nebulosa disciplinaria en la que se inserta la profesión.
Un primer elemento que merece ser
revisado, es el carácter disciplinario que ostenta la profesión, ya que este
elemento servirá de base y sustento para el análisis de objeto y de identidad
profesional.
Durante el andar de la profesión
han existido voces que la proclaman como Arte, otras como Ciencia, otras tantas
como técnica, hay quienes señalan que el Trabajo Socia constituiría una
Tecnología y otras (entre ellas, la voz de este trabajo) que constituye una
Disciplina Científica Social (Moix, 2006: 271). A pesar de la multiplicidad de
voces que existen a la hora de definirla, todas son unánimes al señalar que
constituye una Profesión. Las primeras definiciones pueden ser desestimadas casi
al momento de ser pronunciadas; en este caso habrá que coincidir con el
análisis que realiza el profesor Mario Quiroz, quien señala “¿Cómo es posible que nos autodenominemos
pertenecientes a un Arte, cuando no somos reconocidos en el Arte? (…) ¿Cómo nos
colocamos en el polo de las ciencias cuando no hemos elaborado un estatuto
científico?” (2000: 25). Muy a pesar de las pretensiosas ambiciones de
algunos, el Trabajo Social no puede ser considerado ni un Arte, ni una Ciencia.
Ahora bien, una vez desestimados dos de los postulados, solo quedan
tresopciones; Si se quisiese explicar de una forma diagramática: Técnica,
Ciencia y Tecnología, habría que ubicar en un polo a la ciencia y en otro polo
a la técnica, y en medio se ubicaría a la Tecnología como ente mediador entre
ambas. La Tecnología utiliza el saber y los conocimientos de la Ciencia y la
Acción Operacional de la Técnica. (Quiroz, 2000: 28). Si se sigue entonces este
análisis habrá que desestimar los postulados que ubican al Trabajo Social como
mera Técnica, pues la técnica noreflexiona sobre sí misma, ni sobre su hacer o
su quehacer profesional.
La Tecnología puede ser entendida
como la relación que surge entre Ciencia y Técnica, y el hecho de concebir al
Trabajo Social como tal responde a un encuadre positivista, que privilegia la
práctica y la acción. (Kisnerman, 2005:146), convirtiendo así al profesional en
un mero operador de métodos y técnicas (Mario, 2000: 29). Es a partir de
mediados de los 70’
que el Trabajo Sociales definido como un Tecnología Social por Ataliva Amengual
Académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile (Rivas, 2010: 2);
postulados que encuentran aceptación casi unánime tan solo dos décadas después.
Hoy por hoy, nadie podría desconocer las grandes aportaciones del Positivismo
al Trabajo Social, pero permitir que la disciplina siga anclada a estas
perspectivas, hoy cuando ya se entra en el segundo decenio del tercer milenio,
resultaría absolutamente anacrónico y atemporal. Haber entendido a la
profesión, durante la década de 90’ ,
como una Tecnología no resultaba errado ni descabellado, es más, procedía de
toda lógica, pero actualmente se deben abandonar esas perspectivas, para dar
paso a una visión Disciplinaria Compleja; hoy hay que ser capaces de deshacerse
de un positivismo que ciega la reflexión, que constituye un muñón acrítico y
que como muy bien lo señalara la autora Teresa Matus convierte ala intervención
en el brazo armado pero no pensante.
En síntesis, sabemos hoy que el
Trabajo Social no debe ser entendido como una Tecnología, ni mucho menos como
una técnica, un arte o como una ciencia. Hoy es posible sostener que el Trabajo
Social constituye una Disciplina Científica Social Compleja, y que en el peor
de los casos está en el transito final, de pasar de ser Tecnología Social a ser
Disciplina Científica, y es bajo ésta lógica que este trabajo hace suyos los
postulados de Manuel Moix Martínez, quien señala:
“El Trabajo Social constituye una disciplina científica, con un contenido
propio y autónomo, integrado por un conjunto sistemático y coherente de
conocimientos transmisibles; unos métodos para obtener unos resultados; unas
actitudes profesionales; una filosofía; una ética y unas organizaciones
profesionales dedicadas a promover el progreso mediante el estudio y la investigación.”(Moix, 2006: 277-278)
Más allá de aceptar como
verdaderos y ciertos los postulados del autor antes citado, el presente
artículo califica a la disciplina del Trabajo Social como “Compleja” al amparo
de los postulados del “pensamiento complejo” (Morín, 1998). La idea del Trabajo
Social como Disciplina Compleja se fundamenta en una visión transdisciplinaria
de la profesión: ésta cuando es puesta frente a una realidad social,
necesariamente se posiciona ante ella con una perspectiva de análisis social,
con miras a la transformación societal, pero esta acción de transformación solo
puede ser alcanzada en forma íntegra, con una mirada de contexto y compleja
mediada por el acervo teórico los saber estransdisciplinarios y no
interdisciplinarios (Quiroz, 2000: 40). A primeras luces éstas ideas pueden ser
algo confusas de entender, pero a medida que se avance en la lectura, irán
quedando más claras.
Una vez aclarada la visión disciplinar compleja desde
la que parte el presente trabajo, es posible iniciar la discusión sobre El
Objeto del Trabajo Social. Un primer acercamiento a este concepto lose
encuentra en la definición genérica que entrega la Real Academia de la Lengua
Española (RAE),la cual señala que: “El
objeto de las ciencias es la Materia o asunto de la que se ocupa una ciencia o
estudio.” Se desprende de ésta definición que el Objeto es ese “algo” con
el que trabajan las disciplinas o ciencias. Particularmente para el Trabajo
Social, Ander Egg define al Objeto como “aquello con lo que trabaja una disciplina
para conocerlo y luego transformarlo” (Kisnerman, 1981:119). Al adentrarse en
una definición más particular de Objeto se hallan los requerimientos que según
Sierra Bravo debe poseer un Objeto bien definido, quien señala:
“(…) El objeto goza de dos sentidos, amplio y estricto.
En sentido amplio, el objeto de conocimiento en su conjunto es el mundo
exterior, éste está dotado de una existencia independiente del pensamiento del
hombre. En sentido estricto, el Objeto, no es la cosa o fenómeno parte del mundo
exterior conocidos, sino lo que hay de inteligible en esa cosa capaz de ser
percibido y captado en el acto de conocimiento.”
(Sierra Bravo, 1984: 18)
Ósea, el Objeto de las Ciencias
Sociales debe responder más a una lógica analítica y teórica, y no a elementos
necesariamente reales, medibles o cuantificables. Se sabe complementariamente
también, que el Objeto no puede ser determinado en una forma apriorística
(Quiroz, 2000: 30).Entonces, la definición de un Objeto de estudio y/o trabajo
no puede ser hallado en una forma empírica o medible en la realidad, pues no
está formado por relaciones reales entre las cosas, sino que responde a
relaciones conceptuales entre enunciados (Aylwin, 1980: 6).
Si bien ya se han dilucidado los
requerimientos de un Objeto bien definido, previo a la construcción de la
propuesta de Objeto de este trabajo, se hace necesario realizar un breve repaso
histórico sobre las propuestas que han existido a lo largo de la vida de la
profesión, en torno a su Objeto.
A pesar de que en estricto rigor,
durante los primeros años de la profesión, ésta no se constituía en una
disciplina, y por ende, no se podría hablar tampoco de un Objeto propiamente
tal, existió, durante este periodo en Latinoamérica, un acuerdo tácito en
definir al Objeto del Trabajo Social como “el individuo que solicita ayuda”,
llamado también “enfermo social”, incluso hay quienes señalaron que el objeto
lo constituirían “los individuos en su totalidad” (Zamanillo, 1999: 14),estos
postulados además de ser en extremo quiméricos, vagos e imprecisos, resultan
inaceptables hoy por hoy. Hoy en día sabemos que quienes solicitan ayuda,
asesoría, orientación o apoyo se convierten en los Clientes o Sujetos de
atención, y bajo ningún punto de vista se trasforman en el Objeto, sostener algo
así, sería reducir a las personas al nivel de entes inanimados, incapaces de
ser artífices de su propio desarrollo. Tales definiciones respondían a las
lógicas asistencialistas que sustentaba a la profesión en aquellos años, y
también a la lógica psicoanalítica, que hacía percibir a los sujetos como
“desajustados de su medio” y se creía que era la intervención la cura a la
enfermedad; era a través de esta que se pretendía ajustar a los sujetos a su
ambiente. (Lima, 1989:109-110).
Durante las convulsas décadas de
los 60’ y 70’ en Latinoamérica en general
y en Chile en particular, la profesión, influenciada por los vertiginosos
cambios políticos y sociales, ve nacer en ella a un movimiento denominado La
Reconceptualición, que pretendía romper las lógicas funcionalistas y
pragmáticas en las que ésta se encontraba inserta, dando paso a perspectivas
dialécticas. Es en este contexto, donde Boris Lima señala que el Objeto del
Trabajo Social no podía ser “un hombre cualquiera” sino que debía ser “el
hombre oprimido”, y en esta misma línea Michaud lo define como “el hombre
marginal” (Zamanillo, 1999: 16). Durante este periodo la mirada pasa de ser
psicologista a ser sociologista, pero como se puede apreciar, aún no varían
mucho las definiciones de Objeto, que no pasan de una mera alteración del
“apellido” que se le otorga al individuo-objeto, pero que todavía distan mucho
de una correcta definición de Objeto del Trabajo Social.
Un grado de iluminación mayor
llega con el aporte que realiza Nidia Aylwin, quien en 1980señala que el Objeto
del Trabajo Social sería: “los Problemas Sociales”, y los define a estos
como:“un obstáculo para la obtención de una meta e implica una relación entre
un sujeto y un objetivo”(citado en Zamanillo, 1999: 22-23)
En esta misma línea se encuentran
los postulados españoles sobre el Objeto, quienes prácticamente desde el inicio
de la profesión en su país han sostenido que el Objeto del Trabajo Social
serían las “Necesidades Sociales”. Ésta definición tiene un claro acento puesto
en los recursos; materiales, humanos, técnicos, intelectuales, etc. (Martínez,
2005: 57), pero tampoco da cuenta de los requisitos que debe poseer un Objeto
bien definido.
Si obstinadamente se optase por
obviar las falencias en la definición y se aceptara la falta de rigurosidad en
la reflexión y se quisiese adherir a estos postulados, partiendo de una base de
un Trabajo Social técnico, podría hacerse. Pero no si considera al Trabajo
Social como una Disciplina Científica. Hacerlo significaría negar un principio
básico de las ciencias, que es el carácter explicativo que tienen que tener
necesariamente estas (Bunge, 1960: 40). Es más, si aún se porfiase en el
cometido de adherir a estas premisas, habría que definir al Objeto del Trabajo
Social como “Causas o motivos de los problemas y necesidades sociales”, pero ni
aún esta definición sería acabada y total.
Popper sostiene que son los
problemas los que dan origen a la ciencia, por ende no podría existir ciencia
sin problemas (Th. W. Adorno, 1973: 102), definir el Objeto de una Ciencia
Social como “los problemas sociales”, sería entonces una redundancia
innecesaria. La ciencia intenta siempre ser útil en la resolución de estos
problemas, (Klimovsky, 1994: 23), y efectivamente el Trabajo Social como
disciplina científica, intenta necesariamente ser útil en la resolución de los
problemas que le competen (sociales); pero este hecho no lo constituye en su
Objeto Profesional. Sostener que los Problemas Sociales constituyen el Objeto
significa un retroceso en la reflexión, pues si se considera al Trabajo Social
como una disciplina científica social, necesariamente estos serán su génesis;
como lo son los problemas médicos para la disciplina médica, o como lo son los
problemas ambientales para las disciplinas del área.
Las propuestas contemporáneas
tienden a señalar al Objeto del Trabajo Social como el “Cambio Social” (Matus,
2009) o como lo plantea Jorge Gissi, quien lo define como “la transformación de
las diferentes áreas de lo social” (citado en Gartner, 1999: 4). Y son estas ideas,
a las que el presente trabajo acepta y adhiere, aunque solo en forma parcial.
Cabe mencionar que las propuestas
de objeto mencionadas en este brevísimo repaso histórico no han sido las
únicas, pero sí las de mayor trascendencia y notoriedad, y que de algunas forma
sintetizan los postulados en una mirada en retrospectiva y de una manera
global.
El autor Mario Quiroz, haciendo
suyas las premisas de Tony Mifsud, sugiere dar respuesta a tres interrogantes
antes de iniciar cualquier propuesta sobre Objeto del Trabajo Social, estás
son:“¿Quiénes somos? ¿Cuál es nuestra
verdadera identidad? y ¿Para qué y con qué fines existimos en el campo de lo
social?” (Quiroz, 2000: 30). Pues bien, al parecer antes de poder elaborar
una propuesta de Objeto, habrá que centrar el análisis en dilucidar la
Identidad profesional:
Definir el ¿qué somos?, es de
alguna manera dar luces en torno lo que sería una definición sobre “la misión”
de la disciplina y profesión. Un primer acercamiento a una definición
profesional, y que da respuesta a este cuestionamiento, se encuentra en la
definición consensuada que hace la Federación Internacional de Trabajadores
Sociales (FITS) y la Asociación Internacional de Escuelas de Trabajo Social
(IASSW), la que señala:
“La profesión del trabajo social promueve el cambio social, la solución de
problemas en las relaciones humanas y el fortalecimiento y la liberación de las
personas para incrementar el bienestar. Mediante la utilización de teorías
sobre el comportamiento humano y los sistemas sociales, el trabajo social
interviene en los puntos en los que las personas interactúan con su entorno.
Los principios de los derechos humanos y la justicia social son fundamentales
para el trabajo social.”
Más allá de esta definición que
bien podría ser catalogada como operacional, y continuando con el intento de
dar respuesta a las interrogantes que plantea Mario Quiroz se debe responder
ahora ¿Cuál es nuestra verdadera
identidad? Entonces pasando de ésta definición operacional, la reflexión
teórica debe avanzar en alcances y complejidad, pues el concepto de Identidad
es uno de los más complejos y multifacéticos de las ciencias humanas (Tilman,
1985. Citado en Melano, 2001: 54).
Históricamente, y tal como lo
señala en forma muy lúcida la autora María Ximena Méndez, se han tendido a
confundir a los Valores Profesionales con el concepto de Identidad Profesional
(Méndez, 2010, 105). Los valores profesionales no responden necesariamente a
elementos distintivos del ser y del actuar profesional, es decir no constituyen
la identidad del Trabajo Social propiamente tal, estos son más bien ideales a
alcanzar, que nacen y son compartidos y propendidos por la sociedad en su
conjunto y a su vez, por diferentes profesiones. Bajo este prisma de confusión
se halla la definición que hace Nora Aquín, quien señala que la identidad
profesional sería “la construcción de
justicia” (Aquín, 2003: 109) ¿Es que acaso el Trabajo Social es la única
disciplina en el campo de lo social que busca alcanzar este ideal?, parece que
definitivamente no es así.
Bajo este mismo prisma nebuloso y
de confusión se encuentra la definición de Rosenfeld, quien señala que lo
especifico del Trabajo Social radica en que es la única profesión que pretende
la “Humanización de la sociedad”
(Rosenfeld, 1965. Citado en Quiroz, 2000: 36), habrá en este caso que repetir
la interrogante anterior ¿de verdad, el Trabajo Social es la única disciplina
que tiende ala humanización de la sociedad?, evidentemente no.
Existen autores que sostienen que
entregar una definición sobre la Identidad Profesional “¿Tiene sentido hablar de un conocimiento propio de los Trabajadores
Sociales, de los Sociólogos o los Antropólogos?” de una disciplina es
restringir los campos de actuación profesional, y al hacerlo se está
respondiendo a las lógicas y a las demandas del mercado; en esta línea se
encuentra la interrogante retórica que plantea Ricardo Rivas, quien señala:
(Rivas, 2010: 1), o las inquietudes, que aunque más lúcidas igualmente
retóricas, que acuña María Cristina Melano: “¿Debe
el Trabajo Social preocuparse por delimitar sus incumbencias? ¿O concebir éstas
como ‘fronteras porosas’, paralelamente puntos de encuentro y de separación?”
(Melano, 2001: 56). Habrá que responder negativamente a estas interrogantes, si
se considerase que “Lo Social” se distribuye tal como se reparte una torta de
cumpleaños (un trozo del pastel para cada disciplina), pero como el presente
trabajo no comparte estas perspectivas, sino que muy por el contrario, parte
del supuesto de que “Lo Social” es por completo el campo de actuación de todas
las diferentes disciplinas científico-sociales, poniendo cada una el acento en
las particularidades que demande su profesión. El análisis y la definición de
una Identidad Profesional, al igual que en el caso de una determinación de
Objeto, no se da en un plano real de relaciones entre las cosas, sino que en un
plano más complejo de relaciones inteligibles, no empíricas, entre enunciados
(Sierra Bravo, 1984:18). Entonces al embarcarse en una determinación
Identitaria no se está respondiendo a las demandas del mercado laboral, ni se
está incurriendo en restricciones en la actuación profesional; La disciplina
debe preocuparse por definir sus incumbencias, definiendo sus límites como
‘fronteras porosas’ y no como muros distanciadores de los saberes
transdisciplinarios.
La misma, antes citada, autora
María Ximena Méndez, falla en su intento de entregar una definición acerca de
la Identidad Profesional, al señalar que ésta sería “la elaboración de informes
sociales y/o socioeconómicos” (Méndez, 2010, 111); si bien es cierto que estos
constituyen elementos diferenciadores y restrictivos del Trabajo Social, no son
en suma su identidad; una definición semejante solo entrega luces sobre la
particularidad de Acción que posee el Trabajo Social, pero no sobre lo global
de su identidad. Si se aceptase esta postura, se debiese aceptar también, que
por ejemplo, la identidad profesional de un médico esté constituida por la
utilización de un bisturí, o que la identidad profesional de un dentista la
forme la utilización de esas maquinitas que asustan a los niños (Micromotor de
contrangulo). La identidad de una disciplina no puede estar dada por elementos
tan particulares; y como fue mencionado anteriormente, estos elementos solo
entregan luces sobre un rasgo que si es distintivo, teorético, global y no un
empírico apriorístico, directamente observable en la realidad, que es: que el
Trabajo Social posee una esencia práctica, de acción sobre la realidad.
Se sabe efectivamente que las
identidades se construyen mediante dos grandes formas, en primer lugar se
construyen por medio de la diferenciación de un grupo con respecto a otro; esto
es, definición por medio de la diferenciación. (Kisnerman, 2005: 129), pero
también existe la creación de identidad por medio de la identificación de
similitudes entre grupos diferentes (Melano, 2001:56). Entonces, por
identificación es posible señalar que el Trabajo Social pertenece a las
Ciencias Sociales, además de compartir con ellas su campo de estudio y de actuación
profesional; o sea que su identidad por identificación sería “Lo Social”. Por
diferenciación el Trabajo Social se diferencia de sus primas hermanas de las
ciencias sociales, por su carácter eminentemente práctico sobre lo social; la
profesión plantea una actuación en la realidad, tendiente a la resolución de
los problemas sociales, y no solo a elucubraciones teóricas sobre ellos.
Sintetizando ambas definiciones anteriores, la Identidad Profesional del
Trabajo Social sería su “Esencia Práctica
Sobre Lo Social”.
Es en este punto de las
reflexiones donde vuelve a aparecer la idea de complejidad que se planteó al
definir la visión disciplinar compleja de la profesión: al entender a la
disciplina de esta manera no es posible aceptar que se defina la identidad
profesional de una forma restrictiva, otorgándole solo un trozo de lo social,
pues la identidad profesional del Trabajo Social yace en sus raíces holísticas
y fundacionales; la disciplina del Trabajo Social se ocupa y trabaja con lo
social como una totalidad en contexto, utilizando los saberes profesionales que
le entregan otras disciplinas del campo (más los saberes que arrojan sus
prácticas y los saberes teóricos propios), pero no lo hace con una mirada
interdisciplinaria sino con una mirada transdisciplinaria. Es por todo ello,
que la visión de identidad profesional que defiende el presente artículo es la
“Esencia Práctica Sobre Lo Social”,
que ostenta el Trabajo Social.
Ahora bien, ya se ha dado
respuesta a dos de las tres interrogantes que sugiere responder Mario Quiroz;
solo queda responder ¿Para qué y con qué
fines existimos en el campo de lo social?, y para dar respuesta a esta
pregunta, se debe necesariamente recurrir a la definición que se hizo
anteriormente: se sabe ya, que el Trabajo Social es una disciplina social
compleja con Esencia Práctica sobre Lo Social, pero ¿Qué objetivo posee ésta
práctica? ¿Se realiza acaso, para mantenerla realidad de los intervenidos? ¿O
es que las acciones que realiza el Trabajo Social pretenden una modificación de
la realidad de los atendidos? Los planes de estudio de la gran mayoría de las
escuelas de Trabajo Social, desde el primer año les enseñan a sus alumnos que
el Trabajo Social pretende dar solución a los problemas sociales, que pretende
dar respuesta a las necesidades sociales, todo a fin de lograr un pleno
desarrollo de los individuos (familias, grupos y comunidades), para generar
igualdad de oportunidades, y en definitiva para contribuir al mejoramiento de
las condiciones y la calidad de vida de la población en general. Ahora
entonces, sabiendo esto, solo queda trascender estas definiciones que se ubican
en un plano denotativo, en la dermis de lo real, y llegar a una
conceptualización teórica de las mismas: El Trabajo Social posee una “Esencia Práctica con fines de
Transformación sobre Lo Social”. Y es esa su verdadera Identidad
Profesional.
Una vez ya resuelta la
problemática definición de la identidad, es posible proseguir con el análisis
en torno al Objeto. Se sabe que la determinación del Objeto, no es un hallazgo
apriorístico sino que por el contrario, es una construcción teorética, se sabe
además que el Objeto es aquello con lo que trabaja una profesión para conocerlo
o transformarlo. Es necesario reparar en este punto, y hacer una breve
distinción entre las disciplinas que pretenden por un lado conocer la realidad;
dentro de esta categoría encontramos a disciplinas de las ciencias básicas como
por ejemplo, la Química, la Biología o la Sociología; todas ellas entregan un
conocimiento básico sobre su campo de estudio. Por otro lado encontramos a las
disciplinas que pretenden ejercer una modificación sobre su campo de estudio y
acción: como la Medicina o la Ingeniería. Mario Bunge a este respecto, las
categorizan ubicando a las primeras en la categoría de “Puras” y a las segundas
en la categoría de “Aplicadas” (Bunge, 1983, citado en Martínez, 2005; 70).
En opinión de este artículo, el
Trabajo Social no puede ser encasillado en forma exclusiva o excluyente en
ninguno de estas dos categorías de disciplinas; el Trabajo Social conoce y
estudia la realidad mediante la Investigación Científica Social, a través de
los conocimientos que a portan otras disciplinas, y mediante los conocimientos
que le entregan sus prácticas. Pero además de conocer y estudiar la realidad,
el Trabajo Social pretende Transformarla; no puede ni debe negar su esencia
práctica sobre lo social.
Es por todo esto que en Trabajo
Social, como Disciplina Social Compleja, no es posible hablar de un Objeto
Profesional único e indistinto; se debe necesariamente bifurcarlo, y hacer una
distinción entre su Objeto de Intervención Profesional y su Objeto de Estudio
Disciplinario. Históricamente las definiciones de objeto en la profesión solo
han dado respuesta a su objeto de intervención; a este respecto ya en 1983 la
CELATS se pronunciaba señalando que “El
Trabajo Social no posee un Objeto de Estudio definido, sino un Objeto de
Intervención, que de forma tácita se trasforma en su Objeto de Estudio”
(CELATS, 1983: 100). Sostener que el Trabajo Social solo posee un Objeto de
Intervención sería comprensible y aceptable si se considerase a la profesión
como una mera técnica, pero no si se la entiende como una Disciplina
Científica.
El Objeto de Estudio del Trabajo
Social podría ser perfectamente definido como “Lo Social”,como lo sugiriese en
algún momento Mario Quiroz (2000: 33), o podría ser entendido como “La Realidad
Social” (Melano, 2001: 59), cualquiera de estas definiciones no sería errada,
porque en definitiva el Objeto de Estudio, es “el donde”, es el “lugar” sobre
el cual se estudia; y el Trabajo Social como Disciplina Científica que es,
centra necesariamente su mirada en su propio campo. Pero en opinión de este
trabajo, parece más adecuado definirlo igual como se define el objeto de la
investigación científica social, ósea como: “Los
Fenómenos Sociales”. Es sobre estos que el Trabajo Social realiza
investigaciones (básicas o aplicadas), son sobre ellos en torno a los cuales
otras disciplinas les trasmiten conocimientos, y es también sobre ellos que sus
prácticas arrojan luces.
Definida la primera mitad del
Objeto, resta la segunda: Ni la intervención en general, ni la intervención
social en particular, son un territorio exclusivo del Trabajo Social, pero para
esta disciplina constituye su pilar fundacional, una de sus razones de ser y de
existir. Contrariamente alo que se pudiese pensar comúnmente sobre la
Intervención, ésta no es una acción meramente técnica y ciega; la intervención
es la también denominada “Praxis Social”, que es un concepto hegeliano, que
significa “Reflexión más acción” (Kisnerman, 1981: 110); es decir, la
intervenciones el “Hacer”, pero también es el “Como hacer”. Operacionalmente la
profesión define a la intervención como: “La
actividad del trabajador social de provocar cambios en un sentido sistémico”
(Sánchez, 2012: 5).
Teniendo en cuenta todos estos
elementos, la visión disciplinar, la identidad profesional, y el Objeto de
Estudio, no resulta difícil entonces, dilucidar el Objeto de Intervención, éste
sería el “Cambio Social”.
Cualquiera sea el tipo de intervención desde la cual se ubique, sin importar la
dimensión en la que se esté interviniendo, ni en el nivel en el que se esté
posicionado, la acción profesional siempre tenderá a una modificación, a
generar un cambio beneficioso en lo social.
Conclusiones Generales (a modo de
resumen).
Este artículo, defiende la
postura de entender al Trabajo Social como una Disciplina Social Compleja, amparado en una lectura de análisis
social transdisciplinaria, en contraposición a las miradas que entienden a la
profesión como una técnica o una tecnología social. Entender a la disciplina de
este modo, significa posicionarla en un nivel de análisis y reflexión superior,
partiendo desde la premisa de que el Trabajo Social no es un mero ejecutor de
instrumentos y técnicas, y que si bien se perfila como una profesión de
carácter práctico, no lo hace sin antes partir desde un análisis acabado de la
realidad social a intervenir, todo al amparo de teorías que respaldan el
quehacer profesional.
A partir de esta visión
disciplinar compleja, se entiende que la dilucidación de su Identidad
profesional y su Objeto profesional, no puede tratarse de un hallazgo
apriorístico, presente deforma empírica, en la realidad social, sino que muy
por el contrario, estas determinaciones, deben responder ha conceptualizaciones
teóricas de relaciones entre enunciados; desde esa base el presente artículo
propone entender a la identidad profesional, rescatando su esencia en Lo
Social, y definirla como: Practicidad Transformadora en Lo Social.
Desde esta misma visión
disciplinar y sumado a esta visión identitaria, no es posible aceptar que el
Trabajo Social posea solo un Objeto de Intervención social, pues de ser así, se
estaría dejando de lado las vertientes de análisis social que posee la
profesión, reduciéndola a una mera operadora de instrumentos y técnicas; es por
ello, que este trabajo defiende la bifurcación de Objetos, en: Objeto de
Estudio Disciplinario, entendiendo a este como los Fenómenos Sociales, y
Objeto de Intervención Profesional, definiéndolo como la Transformación Social.
Las definiciones propuestas no
deben ser entendidas en forma restrictiva o taxativa, cualquiera de ellas puede
ser remplazada por sinónimos que den cuenta del concepto en su globalidad.
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